Hoy Bilbao ha amanecido de enhorabuena.
Tras muchos años de contemplar ruinas y muelles a los que ya no arribaban barcos de lejanas tierras a descargar sus fardos, hoy por fín hemos visto como la utopía de recuperar parte de nuestra villa está cada día más cerca.
Hoy, me atrevería a decir que los bilbaínos hemos afrontado el nuevo día con ganas de romería, con ganas de salir a la calle a contemplar con nuevos ojos la recuperación tanto tiempo prometida. Y es que una jornada, como la vivida hoy en
Abandoibarra, de inauguración, bajo los trazos color pastel de un magnífico día primaveral, de un señorial paseo nuevo y, sobre la ría, de la impactante pasarela nombrada
Pedro Arrupe, no merece otro calificativo.
Hoy hemos sido legión quienes hemos podido hollar con nuestros
Pasacalles de Gargantua una nueva travesía, nacida del hondón de la
Campa de los Ingleses que, bajo el otrora fabril
Puente de Deusto, discurre a la orilla de nuestra querida ría; una ría que, con la paulatina pérdida de su antaño característico olor y color a herrumbre, carbón y azufre, se torna amable y risueña, bajo los plateados reflejos del titanio y de la piedra arenisca de los edificios que adornan sus orillas.
Para muchos humildes bilbaínos - esos que nos contentamos con reinaugurar aquello que las autoridades y los bips invitados ya han inaugurado antes, esos a los que nunca nos dedicaron ni dedicarán una escultura porque nuestro sudor empapa cada piedra de Bilbao y no necesita mayor reconocimiento que su florecimiento -, el de hoy ha sido un día de encuentros, de saludos, de codazos entre el tumulto, de rencuentros y de disfrute en la aventura de saber que nuestra Villa sigue viva en cada uno de sus nuevos caminos, paseos y proyectos.
Bautizado como
Paseo de la Ribera el que ha visto la luz es realmente un paseo de lujo que recorre los 800 metros de separación existentes entre el Palacio de Exposiciones Euskalduna y el Museo de arte moderno Guggenheim. Un paseo con una anchura que oscila entre los 40 metros, junto al Puente de Deusto y los 120 alcanzados a la vera del Palacio Euskalduna. Con este nuevo vial, enmarcado por materiales nobles, zonas verdes de arbolado exótico y una serie de esculturas a cada cual más impactante (obras de
Chillida,
Lüpertz,
Tucker,
Rückriem,
Garraza y
Zugasti), los bilbaínos recuperamos la friolera de 37.200 metros cuadrados ocupados, desde que un servidor de ustedes tiene conciencia, por los
muelles de Churruca con sus amontonamientos de fosfatos y el depósito de roídos conteiners de la
Campa de los Ingleses.
Permítanme amigos que resuma, sin ninguna duda, el de hoy como un buen día. No en balde los bilbaínos volvemos a vivir de cara a nuestra ría, esa por cuyas venas corrío nuestra historia en pos del mundo.
Algunos datos
Dimensiones: El paseo tiene 800 metros de longitud, con una anchura que oscila entre los 40 metros bajo el puente de Deusto y los 120 junto al Palacio Euskaduna. Ahora tiene 31.200 metros cuadrados, pero en el futuro serán 48.000.
Presupuesto: El parque de Ribera y los muelles, 11,1 millones de euros; las esculturas, 1,2 millones; la Avenida de las Universidades, 3,8 millones; y la pasarela, 7,4 millones.
El Paseo y Parque de Ribera
El paseo se organiza en varios espacios diferenciados: un recorrido por el borde de la ría, a la misma altura que los antiguos muelles, y una zona situada a una cota superior, separada del anterior por unas escalerillas. En esta última es donde se ubican las singulares luminarias, de 12 metros de altura, fabricadas en acero y vidrio. Detrás se encuentra el parque, salpicado por palmeras , tilos, robles, castaños de indias, arces... Incluye el Paseo de la Memoria: un itinerario que guía al visitante por las esculturas de Chillida, Lüpertz, Tucker, Rückriem, Garraza y Zugasti.
El embarcadero
Desde este punto, la ciudad parece otra. El embarcadero, de 1.700 metros cuadrados, está construido con grandes listones de madera de bolondo y dispone de un pantalán para acceder a los barcos. Curiosamente no tiene barandilla, lo que obligará a las madres a no perder de vista a sus pequeños.
Auditorio y Quiosco
Como todo parque que se precie, no podían faltar. La marquesina del anfiteatro servirá de escenario para espectáculos y como lugar de resguardo. Está formada por cinco pilares de hormigón sobre los que se apoya una pieza triangular de 45 metros de longitud. Un talud verde hace las veces de zona de audición. El kiosco, que recuerda a uno de los contenedores que durante años ocuparon esta zona, acoge un bar con una encantadora terraza bajo su pérgola.
Avenida de las Universidades
Aunque se abrió al público el pasado mes de diciembre, la inauguración oficial se celebró ayer. Situada en la ribera opuesta, ha supuesto la conversión de un vial rodado en un paseo de casi 6 kilómetros y un bidegorri, que conecta los ya existentes en Botica Vieja y Campo de Volantín.
La pasarela Pedro Arrupe
Une la Universidad de Deusto con el paseo. Con forma de libélula, une el nuevo paseo con la Avenida de las Universidades. Lleva el nombre de
Pedro Arrupe, en honor del jesuita e insigne bilbaíno que llegó a ser Prepósito general de la Compañía de Jesús.
Está realizada en acero dúplex, un material que se utiliza por primera vez en el mundo para una obra de estas características. Su recubrimiento interior es de madera de lapacho, un material de origen tropical resistente a la intemperie. Aquel que la cruce tendrá la sensación de estar pisando la cubierta de un barco.
Su montaje e izado, que se realizó en verano, fue muy complejo dadas sus magníficas dimensiones: su estructura, de 140 metros de largo, está formada por 13 piezas de acero que pesan mil toneladas. Su anchura, 7 metros, hace que se conciba como «una auténtica calle» que desemboca en la Universidad de Deusto. Fue ideada por el ingeniero y arquitecto José Antonio Fernández Ordóñez, que falleció cuando el proyecto estaba en fase embrionaria. Entonces, fue asumido por su hijo Lorenzo.
Fuente: Ciudadanos / El Correo. Sábado, 29 de Marzo de 2003. Basado en un artículo de María José Tomé.
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